viernes, 28 de octubre de 2011

VIOLENCIA, RELIGIÓN, ÉTICA. Por: Rabino Guillermo Bronstein (Invitado del CC Etsa).





(Invitado del CC-ETSA).





Estamos acostumbrados a definir como violencia a las acciones que usando la fuerza y la prepotencia nos lleven a imponer nuestros deseos e instintos sobre quienes tienen anhelos e intereses diferentes a los nuestros. Esa violencia que nos permite, violando la intimidad y la inocencia del otro, nos permita violar (de la misma raíz que violencia), la persona, la propiedad y la dignidad del prójimo. Sin embargo, para el eminente pensador Emmanuel Levinas, la violencia no se halla solo cuando una bola de billar choca con su vecina. O en el amo castigando al esclavo. O cuando la tormenta destruye la cosecha, o cuando un régimen totalitario degrada castigando a sus ciudadanos.





Violencia es toda acción impulsada como si uno fuese el único que interviene, como si el resto del Universo estuviera allí solo para recibir pasivamente esa acción originada en mí. Si la moral debe excluir la violencia, sigue argumentando Levinas, debe existir un vínculo profundo e indeleble entre la razón, el lenguaje y la moral. Por ello es que la religión si quiere coincidir en serio, con la vida espiritual y estar alejada de toda forma de violencia, debe asumir una actitud ética. Y la ética no es otra cosa que las acciones que realizamos en nuestras relaciones con los demás.





Rabino Guillermo Bronstein.


Rabino de la sinagoga de Lima-Perú.


"EL REINO, SE ESPERA O SE CONSTRUYE".

EL REINO, SE ESPERA O SE CONSTRUYE
(parte I)
Por: Marco A. Cueto Renffigio

“También Jesús se dirige a un pueblo que se encuentra en una situación sufriente y muy dolorosa… las dificultades económicas eran enormes, y proliferaban los fenómenos de disgregación social (emigración, bandidismo...); la pobreza era un fenómeno generalizado de masas, hasta el punto de que no pocos tenían que venderse como esclavos... pienso que a la teología, y a nuestra cultura religiosa en general, le sigue costando mucho tomarse en serio y hasta sus últimas consecuencias el carácter histórico de Jesús. Concretamente, olvidamos que el mensaje de Jesús solo se puede entender atendiendo a las circunstancias históricas del pueblo al que se dirige y a la función que ahí desarrolla. Lo que vale para el momento fundante de la fe de Israel, vale también para Jesús: Dios se revela no sólo con ocasión del sufrimiento de su pueblo, sino en relación con ese sufrimiento y con una voluntad determinada de erradicar ese sufrimiento” (Rafael Aguirre. La mesa compartida, pág. 141-142)[1]

Quise iniciar el presente escrito con un texto de Aguirre para formular una interrogante ¿Dios se revela en la historia o en el texto?[2] Evidentemente se revela en la historia, como lo dijo Croato, por tanto la teología de Jesús no debió ser indiferente a la circunstancias sociales de su época sino que producto de una reflexión de la misma Jesús tuvo un pronunciamiento como resultado de la experiencia de haber nacido en un pesebre y ser hijo de un tekton, un simple constructor.

Debemos entender que no existe una teología surrealista ni fuera de la historia, una teología donde la intervención de Dios se presenta en un futuro escatológico sin participación humana. Hacer esto significaría que su intervención se encuentra distanciada de la realidad y el sufrimiento del hombre, algo imposible si creemos que la divinidad se encarnó para salvarnos, pues para qué encarnarse si todo se resolverá al final de los tiempos, por tanto también podemos decir que el Reino de Dios no se espera, se construye desarrollándose en medio de la historia humana.

En palabras de Aguirre: “El sentido profundo de los milagros de Jesús es indicar que la soberanía de Dios, su Reinado, ya está abriéndose camino en el mundo. La misericordia, el restituir la salud a los enfermos, el hacer vivir a los muertos, el devolver la dignidad a los alienados y la libertad a los oprimidos, el dar de comer a los hambrientos... son signos reales del Reinado de Dios en la historia. El Dios de Jesús es un Dios de vida que se manifiesta devolviendo su rostro humano a la sociedad; y la sociedad se transforma y humaniza en la medida en que se acerca al Dios verdadero”. (La mesa compartida, pág. 138)

Cuando nos encontramos con preguntas como ¿Porqué Dios no intervine en medio del abuso e injusticia o dónde estuvo Dios en los asesinatos de los campos de concentración nazi? La respuesta puede parecer ininteligible, pero es en la vida misma de Jesús donde encontramos la respuesta. Para Jesús su intervención en la historia era la manifestación misma del Reino, la instauración de una nueva sociedad donde la igualdad, la justicia y la defensa de los desprotegidos estuvieran garantizadas. Jesús era promotor, educador y formador de este proyecto para reestructurar un sistema desigual y explotador por uno donde todos tengan la oportunidad de vivir dignamente.

“Alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios”. (Lucas 6:20, RV.1960)

La expresión pobres (ptwcoi.) hace referencia a un mendigo, en la sociedad de la época la gente pobre por ser de tal condición no tenían quien los ayude ni abogue por ellos, aún con el sistema de patronazgo donde el cliente (el pobre) buscaba protección de un patrón (adinerado), este se construía a base de abusos y a disposición del patrón, ante una demanda o apropiación de tierras el aristócrata apelaría a sus relaciones sociales para lograr sus objetivos. El anuncio de Jesús en el sermón del llano no es un discurso de simple espiritualidad, Jesús anuncia que de los pobres es el Reino de Dios.

No se preocupen si no tienen socios en el poder y si los líderes religiosos no son sus aliados porque Dios está con ustedes.

Al final fue Jesús quien estuvo con ellos todo el tiempo para instaurar dicho Reino, no solo con pobres económicamente hablando, sino también con las mujeres, niños y otros que sufrían la discriminación de una sociedad elitista y esclavista. Jesús luchando por una sociedad más justa nos dice: Bienaventurados todos aquellos que no tienen quien abogue por ustedes ni tienen quien los proteja, para eso estoy aquí, para eso he venido, ese es el mensaje de Jesús.

“Al contrario, la pobreza —tomada ahora en el sentido amplio, pero bien histórico, de expresión del sufrimiento— es un mal que se opone a la voluntad de Dios, el cual, por el honor de su nombre y por coherencia con su amor, quiere y debe liberar a los pobres y a los que sufren. Quiere esto decir que la bienaventuranza de los pobres, en su sentido original, no es primariamente una enseñanza moral, sino teológica; no pretende hablarnos de las disposiciones subjetivas del hombre, sino de cómo es Dios y cómo actúa cuando interviene en la historia”. (La mesa compartida, pág. 147)

No hay otra forma de cómo entender el anuncio de las bienaventuranzas y la participación de Jesús en la tierra si no es para instaurar el Reino de Dios aquí mismo, en el presente.

El anuncio del Reino desde el Primer Testamento

Si bien es cierto la soberanía eterna de Dios aún no se instaura, la manifestación dinámica, es decir la construcción invariable del Reino de Dios, llega a su máxima expresión con el Dios encarnado, al mismo tiempo debemos entender que el dinámico  anuncio del Reino no empieza con Jesús sino con los profetas. En el Primer Testamento no existe la frase “Reino de Dios” sino que Dios se presenta como Rey de Israel expresando que el Reino no es extraterreno sino terrenal (Num. 23:21, Isai 43:15),  del mundo (Sal 24, 47:8, 103:19), y lo perentorio de su reinado (Sal 29:10). En cuanto a lo escatológico, en los Salmos y los profetas la futura manifestación del Reino de Dios pertenece a los conceptos centrales de la fe y la esperanza veterotestamentaria, el cual varía al comparar a los primeros profetas con las profecías relativas a la soberanía mundial y la aparición del Hijo del hombre en el libro de Daniel cuyo género es apocalíptico.

Aguirre nos dice: “El estudio del Deutero-Isaías y de Daniel —cercanos ya al tiempo de Jesús—, que proporcionan el trasfondo bíblico utilizado por el mismo Jesús en su predicación y que son también los libros en que está más presente la teología del Reino de Dios, nos enseña algo decisivo sobre la función social de esta expresión. La esperanza religiosa se expresa en términos de Reino de Dios en momentos de especial sufrimiento y desgracia colectiva. Es la afirmación de Dios como promesa y utopía comunitaria de liberación y justicia. La esperanza en el Reino de Dios parte de una singular conciencia de opresión y de injusticia, pretende expresamente denunciar poderes históricos concretos y vincula inseparablemente la fe en la fidelidad de Dios con su intervención justiciera y liberadora”. (La mesa compartida, pag.141)

En el Primer Testamento los profetas y los liberadores (Moisés, Amós, Josué, entre otros) fueron llamados por YHWH para abogar por los esclavizados. Frente a un pueblo pecador que clama por ser redimido ahí está Dios no movido por un sentido de justicia, de lo contrario justo sería que los transgresores sufran, más Dios es movido por amor y  misericordia perdonando los pecados de su pueblo. Es el amor sufriente que lleva en su ser lo que impulsa a la divinidad a perdonar y rescatar a su pueblo, y es que no se puede amar sin sufrir, es imposible identificarse con el otro si no se conduele de la condición de éste en momento de angustia y dolor.

En toda la Escritura solo uno es el requisito para el perdón, dejar de explotar a los débiles y velar por los necesitados. En épocas del Primer Testamento cuando los representantes de los dioses eran los que gobernantes y poderosos (reyes, faraones), YHWH decide ser Dios de esclavos, Él mismo decide estar del lado de los oprimidos, pero esto no es todo decide estar con ellos para liberarlos cambiar su condición de vida y darles la oportunidad de ser dueños de su destino, les da tierras, les da ganado, les da oro y plata y la oportunidad de empezar una vida digna y construir una sociedad justa  ( continúa... ).









[1] Aguirre, R. (1994).La mesa compartida, estudio del N.T. desde las ciencias sociales. España: Santander. Editorial Sal Terrae.
[2] Refiriéndome a la Biblia.

"EL REINO, SE ESPERA O SE CONSTRUYE"

(...)

EL REINO, SE ESPERA O SE CONSTRUYE
(parte II)
Por: Marco A. Cueto Renffigio

La humanidad de Jesús, el culmen profético

La humanidad de Dios en la persona de Jesús como hemos mencionado es la máxima expresión del Reino de Dios en la tierra, si bien lo es como individuo, Jesús busca instaurar el Reino como sistema, una sociedad  o comunidad donde esta pueda desarrollarse y presentarse como un lugar alternativo para todos los relegados de una sociedad caracterizada por la opresión y la estratificación elitista de la época. Es indiscutible la importancia que para la iglesia significa el conocer las actividades de este Dios-hombre, que hizo de Él lo que ahora confesamos que es y cuál era la respuesta correcta cuando preguntó “Y vosotros ¿Quién dicen que soy”.

En la humanidad de Jesús descubrimos un relanzamiento del orden mundial a través de la revaloración del ser humano y la reestructuración de la sociedad, es imposible negar que la relación Dios con el resto de la humanidad es la base fundamental del Reino, y es que no se puede crear un sistema inclusivo sin que haya apertura para todos por igual y esto empieza en la persona de Jesucristo aquel que no estimo en despojarse de su divinidad para ser igual al hombre.

Cuando Johnson pregunta “¿Cuál es el dinamismo de nuestra confesión de fe en Jesucristo que produce la acción en pro de la justicia como elemento constitutivo de esa fe? ¿Cuál es la relación entre cristología y justicia social que está surgiendo como una nueva intuición en la imaginación cristiana de nuestro tiempo?” (Elizabet Johnson (2003). Las Cristología, hoy. España: Santander. Editorial Sal Terrae)

La respuesta es Jesús, este nuevo hombre por el cual el cosmos fue reestructurado y la humanidad redimida. Su impacto en las mujeres y hombres que lo siguieron, la relación con su Abbá, su muerte humana en medio del abandono, manifestó desde donde se construye el Reino. Cristo resucitado es el comienzo de la nueva creación, aquella que Jesús llamó El Reino de Dios aquel que recibe a todos sin excluir a nadie, sanó los cuerpos y los espíritus de muchos reintegrándolas a la sociedad y perdonando sus pecados.

“trajo la suave misericordia de Dios a un mundo que conocía la violencia, la opresión y la injusticia”[1]. “Su predicación y realización del reino de Dios que viene planteaba una amenaza al poder establecido de las autoridades civiles y religiosas. Por amor y fidelidad a la voluntad compasiva de su Abbá, Jesús no desistió. El precio que pagó fue su vida”[2].

¿Murió por nuestros pecados o nuestros pecados lo mataron?

La parábola de los labradores malvados[3] (Lc. 20:9-16) es importante para entender la voluntad de Dios Padre, en la misma el dueño primero envía a los obreros (profetas) en busca del fruto de la viña, al no obtener buenos resultados decide enviar a su hijo (Jesús, el que ha de heredar) el cual termina por ser asesinado a manos de los labradores en la parábola. El propósito de la historia es recordar y traslucir los procesos y sucesos históricos sobre la manifestación de Dios a lo largo del tiempo intrínsecamente relacionados con la construcción del Reino, es su Reino y por tanto se ve obligado de irrumpir en el cada vez que sea necesario, la construcción y consolidación del mismo está en juego y hará lo que sea necesario para darle estabilidad y progreso.

Esto busca cuando envía al Hijo, no para morir sino para reconstruir y reorientar las políticas que permitan que la justica y la igualdad se dejen ver en la sociedad. Por tanto ¿Es por nuestros pecados que muere Jesús? O ¿A causa (por culpa) de nuestros pecados? Según la parábola son los pecados de corrupción, ambición y desmoralización lo que conlleva a la muerte del Hijo. Son los falsos testigos, la injusticia de Pilatos, la manipulación de Caifás y los intereses económicos y políticos del clero los que hacen de Jesús un enemigo, son los hombres poderosos y su sistema explotador los que se confabulan para matar a Jesús, son los que hacen decir “murió por causa de nuestros pecados”.

La Biblia dice: “¡Hombres de Yisra'el!¡Escuchen esto! Yahshúa de Netzaret fue un hombre que por sus poderosas obras, milagros y señales que YAHWEH hizo por medio de El en presencia de ustedes, ha sido demostrado que ha venido de YAHWEH. Ustedes mismos saben esto. Este hombre fue arrestado de acuerdo con el plan predeterminado y conocido de antemano por YAHWEH; y por medio de acciones de personas que no se sujetaron a la Toráh. ¡Ustedes le clavaron a la estaca y le mataron! "Pero YAHWEH lo ha resucitado y lo ha librado de los sufrimientos de la muerte. Era imposible que la muerte mantuviera sus garras sobre El”. (Hch. 2:22-24, Versión Kadosh Israelita Mesiánica de estudio)

Porque resucitar al Hijo, si la paga de pecado es muerte Jesús debería seguir muerto, esa es la paga pues asumió nuestros pecados. No obstante el ser resucitado es símbolo de la injusticia de su muerte, algo que Dios en aras del principio justo del Reino no puede permitir y por tal el Hijo es resucitado.

Recuerden, Roma no envía  al cruz por motivos religiosos, sino por conflictos de orden sociopolítico y económico. Esto solo se da con aquellos que desean transformar el orden social establecido por el imperio, un orden que sabemos era asfixiante y explotador. Son los enemigos de Roma, los que buscan abogar por los desamparados, son sus enemigos políticos los que terminan en un árbol.

Conclusión

Liberar es hacerse enemigo no de la opresión (esa es una expresión abstracta y aún escapista). Constituirse en un libertador nos hace enemigos del opresor, dueño de un sistema poderoso y aniquilador, no existe explotado sin explotador, ni pobre sin rico, es así que no existe justicia sin justos. A esto se encuentra llamada la iglesia no a buscar la justica sino a promoverla y a crearla como su fundador Jesús la promovió y luchó por ella hasta la muerte, muerte injusta de cruz en búsqueda de justicia.

Una iglesia inactiva se hace cómplice del sistema que asesinó a Jesús, en palabras de Johnson: “Dado que se trata de una teología y no de una mera disciplina humanista, se analiza lo que en la tradición cristiana ha podido contribuir a esta opresión. ¿Qué elementos procedentes de nuestra tradición han influido en esta circunstancia presente? ¿Dónde está la complicidad de la Iglesia y su predicación? ¿Cómo es que hemos entendido a Cristo de una manera que resulta útil al opresor? ¿Qué hay en la tradición de la cristología que haya servido para sostener esta situación de injusticia?”

Empecemos pues a construir un Reino, donde se haga la voluntad de Dios en la tierra como se hace en el cielo. Un Reino que según Lucas se acercó con Jesús anunciando “Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó;  y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”. (Lc. 4:18-21 RV60).

Por tanto donde se encuentra la redención, pienso que es en la praxis fundamental de velar por la situación del pobre, no solo ayudándolo, sino cambiando un sistema excluyente como Jesús buscó hacerlo. Jesús no ha venido a ayudar, Él ha venido a liberar[4], a reivindicar al ser humano partiendo de su libertad y creando las condiciones para su pleno desarrollo. No se me malinterpreta Dios ama tanto al rico como al pobre, pero este último, el explotado, el más necesitado y es la prioridad de su lucha.

El Reino empieza en la comunidad como lo fue con el movimiento de Jesús pero al igual que la semilla de mostaza esta tiene que germinar y brotar expandiéndose a todos los lugares más allá de las cuatro paredes de una iglesia. Es válido afirmar que ser discípulos significa seguir los pasos del maestro desde el lugar donde vivimos, su misión de anunciar y expresar la venida del Reino, donde la paz y la justicia son signos poderosos del mismo, nos impele tanto como individuos y comunidad a continuar con esa misión.

Esto no lo podremos hacer si no conocemos al Jesús de la historia y no podremos responder a la pregunta ¿Quién es Jesús? Lo que significaría que tampoco podremos responder a la pregunta ¿Qué significa y cuál es el propósito de ser la iglesia de Cristo?



[1] “El desafío de la paz 48” (Citado en el libros de Johnson).
[2] Johnson, “La Cristología hoy”
[3] Título encontrado en la Nueva Biblia de Jerusalén 1999
[4] Si bien es cierto Jesús alimentó y sanó esto no era un fin en sí mismo sino una evidencia que el Reino de Dios se ha acercado para liberar.





jueves, 29 de septiembre de 2011

SALA TEOLÓGICA / INCULTURACION.-





EL CASO KHARISIRI.



Me encargo de establecer una pastoral de conjunto que parta de una necesidad particularmente delicada: el caso KHARISIRI, mito aymara del que iré dando señales a partir de una investigación que vengo iniciando desde hace algunos años. Por el caso cruzan diversas versiones, disciplinas y ciencias humanas, pero de manera más específica la teología, en la pertinencia de sistematizar evidencias teológicas, juicios y acciones alrededor del discurso mítico. La tarea es compleja, y bastante delicada, por lo que arriesgando la delicadeza de un blog (interreligioso) como este, compartiré algunas partes elaboradas en un trabajo titulado: “Kharisiri, una aproximación pastoral inculturada”. Los términos de tal título representan de por sí el resumen de mis aproximaciones hasta hoy.

Señalo mi aproximación desde 2 ópticas: participación y acompañamiento. Es decir, cuál ha sido y es el lugar y el protagonismo de una pastoral de conjunto por asumir (participando y acompañando) las consecuencias de un discurso mítico (y teológico desde el reverso de la historia), mito profundamente arraigado en el imaginario de los creyentes cristianos aymaras. Sin pretender cerrar definitivamente el caso mítico -sino todo lo contrario-, les invito a participar y a acompañar en su sistema de creencias (en tanto respuesta autóctona) liberándolo de los impases ocurridos hasta hoy (“curas saca grasa”, “agentes de pastoral cómplices”, a veces amenazados de muerte), y liberar a la pastoral surandina del departamento de Puno (limitándome a empezar por el distrito de Chucuito) del silencio y del temor a abrir la herida aún sin sanar.

Desde la perspectiva de inculturación en particular, quisiera precisar más bien que no apunto a ningún tipo de intervención que intente introducirse en el sistema de creencias sobre el kharisiri con a-prioris arbitrarios. Mi concepto de inculturación lo veo más como iniciativa asumida por cada una de las culturas (incluso la cristiana postmoderna) que defina una actitud de receptividad a la novedad del Reino, y nunca como si la experiencia del Reino debiera a priori introducirse (inyectando, incrustando, o introduciéndose equivocadamente hasta la transculturación) dentro de la intimidad comunitaria de la cultura aymara en el Perú, cuya veta ético-moral, socio-económica, política y religiosa, es como tierra sagrada sobre la cual hay siempre que quitarse las sandalias.

La experiencia novedosa del Reino pastoralmente lo asumo en clave de liberación, es decir, en actitud contemplativa y comprometida como testificación de una vida comunitaria aymara previamente llena de la presencia del Dios de la vida, dentro de la cual además la novedad del Reino la ha iniciado Dios en medio de su pueblo (en sus alegrías y tristezas, angustias y esperanzas), y ante tal novedad celebramos la vida y la fe de nuestra población autóctona, sin dejar de ver / juzgar a / actuar en, los acontecimientos históricos y signos de los tiempos que ponen en debate casi en primer plano los discursos teológicos opresores y violentos evidenciados en el discurso del kharisiri.

Esta aproximación que desea participar y acompañar a este sistema de creencias, apelando a una pastoral de conjunto que participe y acompañe, sirviéndose de expresiones de inculturación para favorecer a la novedad del Reino que libera y recupera la verdad sobre discursos teológicos violentos y opresores, para que no se vuelva a repetir.

Comparto a continuación algunas pinceladas sobre el kharisiri:

ESCENA 1.
“De acuerdo con la versión tradicional, el kharisiri es el clérigo degollador, cura, monje, del tiempo de la Conquista y de la Colonia, encargado de “partir-cortar” el sacrificio eucarístico delante los fieles, o también cercano a la vida religiosa consagrada, y generalmente católico; pero que saliendo en solitario a altas horas de la noche o por lugares oscurecidos, convertido en perro, conejo o burro, adormece a las víctimas humanas que encuentra usando una campanilla, un libro de oraciones extrañas (¿Biblia en latín?),  para luego haciéndoles una incisión pequeña a la altura de la cintura o el vientre, extraer la grasa y así fundir campanas para las iglesias mejorando el sonido de aquellas, dicha grasa también podría sacar brillo a las imágenes de los santos, hacer velas o sacrificios rituales, misteriosos y desconocidos, aplicaciones bastante discutidas todas en realidad, pero que por lo ambiguo de su afirmación mítico-religiosa comunica una situación pastoral enrarecida en el surandino peruano que espera ser examinada. // La versión contemporánea del kharisiri lo identifica con personas (“gringas”, blancas, kharozas, mestizas, a veces indígenas asimilados, o aculturados) empoderadas de cierta representación profesional, vinculada con la vida religiosa (no sólo oficialmente reconocida), pudiéndose mencionar a gente de clase alta, hacendados, terratenientes, patrones de fábrica, médicos, enfermeros, y practicantes, abogados, secretarios, empresarios o grandes comerciantes, intelectuales, universitarios, investigadores del tema o conocedores de las “cosas cultas”, funcionarios de instituciones públicas, mujeres de alto liderazgo, o gente extraña al pueblo, venida de fuera, monaguillos, catequistas, seminaristas, o agentes de pastoral, educados por los curas o de manera independiente, para la ejecución de ritos y oraciones especiales, o labores especializadas en torno a la ciudad, todos los cuales participarían del halo misterioso del kharisiri, asumiéndose que en la actualidad existirían aymaras tan sospechosos como los extranjeros de raza blanca, y que poseen nueva tecnología, ideología e infraestructura: cámaras fotográficas digitales, audífonos, grabadoras, uesebés, laptops, y medios de comunicación e información social, para acometer su objetivo que siempre es la extracción de la grasa humana, o más recientemente relacionada con la propia sangre y la compraventa de órganos, para la fabricación de medicinas y jabones. Siguen convirtiéndose en perros, conejos o burros, pero también se les percibe por anticipado cuando se ven pasar por las calles algunas bolsas negras de plástico, por lo que de noche no es bueno envolver los productos de los compradores dentro de dichas bolsas.

► ¿Cómo reaccionarías frente a esta realidad, cuyo sistema de creencias mítico sigue vigente, provocando constantemente un impasse a la teología pastoral del cristianismo en la zona de Puno? Coméntanos.

SALA ACTUALIDADES.


“PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ. Entre marxismos y cristianismos, felizmente”.


Por: César Barahona Calderón.

 
   El tema tan vertebral de la Católica lo contemplo desde esta óptica, que espero sea compartida en otros blog.
   Además de las muchas y casi excesivas precisiones (pertinentes por cierto) alrededor de lo jurídico, heredado, y constitucional, referido a Rivagüero, sobre los derechos y acciones que implican lo académico y legal que tiene la universidad dentro del marco del Estado Peruano, y que también implica la legitimidad participativa de la Iglesia y sus representantes, quisiera compartir lo siguiente.
   El tema no lo conozco con pelos y señales, pero admito que ha adquirido un horizonte importante para el debate sobre lo que terminará por ser el diálogo inminente entre el Estado y la Iglesia.
   El discurso de Msr. Cipriani es escandalosamente insostenible si se quiere seguir insistiendo en la confrontación entre marxismos y cristianimos, como si ambas ideologías (defendibles en algún sentido) se discriminaran mutuamente hasta nunca terminar, sin darse cuenta que sólo deben respetarse en tolerancia y sana convivencia, puesto que la dignidad de la persona humana, la vida, la pluralidad, el bien estar, el bien común, y la paz, están por encima de tales ideologías.
   Subrayo la persona, que debe ser respetada en su derechos fundamentales, así como también en su libertad a elegir una buena educación y formación universitaria, como la que esperemos siga brindando la PUCP.
   Msr. Cipriani al interpretar “maniqueamente” las esperanzas sucesorias de Rivagüero, ha terminado de politizar el tema, pero mal que bien, haciendo propicio el debate entre marxismo y cristianismo. Por cierto, TH.Merton había sutilmente pincelado algo de ello 50 años atrás desde el comunismo y el monasticismo, y ya el brillante Gutiérrez sintetizaba la colaboración mutua de la ciencia humana marxista como método de estudio de la realidad de la teología cristiana en América Latina, después de Medellín 1968.
   Parece que a Msr. Cipriani no le han ayudado las ingenierías civiles, ni los seminarios del opus dei, pero caerá en la cuenta de que (con la "chiquita" del PP. Benedicto XVI, que me parece siempre algo tardío -como tardías sus afirmaciones-), la persona humana (universitaria y pluralista) está por encima de los bienes materiales, y por encima de las enseñanzas marxistas y cristianas que, en vez de amenazarla, la debieran ayudar a humanizarse más dentro de un Estado laical como el nuestro (que hasta ahora no se sabe ejercer como tal), y dentro de la utopía del Reino que es la razón de ser de todo cristiano y además católico romano.
   Finalmente, sea o no sea una universidad "pontificia", hay cristianos y cristianas, que pudiendo o no ser marxistas, somos personas que desde ya nos solidarizamos con los amigos de la PUCP.
   Creo que la universidad en su conjunto está llamada a elevar el debate propicio entre marxismo y cristianismo, lejos ya de los dimes y diretes de las jurisprudencias algo mutantes y enrarecidas (miremos que hasta el TC es cambiante, felizmente).
   Modestamente digo: Después de 50 de años de Vaticano II, qué poca incidencia ha dejado el Concilio en la Iglesia Católica en general, e interna y externamente a la Iglesia qué poca conciencia se tiene de las ciencias humanas.
   Gracias.


miércoles, 28 de septiembre de 2011

SALA PERSONAL / TEXTO - 1.


LA VOZ DEL MESTIZO.

I
La Asamblea de URI en Buenos Aires fue una de las experiencias más maravillosas que he tenido en mi vida. Conocer el esfuerzo de cada (CC)  fue más que interesante e enriquecedor. Pero lo más impactante de todo fue la presencia de mis hermanos y hermanas indígenas. De pronto escuché la voz de Alejandrino Quispe y la herencia quechua que conserva, escuché la voz de Calixto Quispe, guardián de las costumbre aymaras, los cantos de Sofía Painiqueo, la apertura a los sagrado por parte de Fanny Ávila y Yoland Treviño, en fin. Tiempo me faltaría para detallar cada impactante imagen que guardaré para siempre en mi corazón.
Pero de pronto, un elemento oculto hasta entonces salió de mi corazón. Yo, Henry Kurt Michael Ayala Alva, coordinador del CC URI-Lima, tuve un estremecimiento que alcanzó los rincones más profundos de mí ser, surgió una pregunta difícil de responder: ¿Quién era yo frente a las herencias del pasado? Escuchaba las palabras de mis hermanos y hermanas, veía el fervor con que hablaban desde sus tradiciones y pensé en mi condición, en mi identidad, en mi lugar en las regiones del Cóndor y del Águila. Un llanto incontrolable se apoderó de mí en más de una ocasión, pues pertenezco a la tercera generación de peruanos que abandonó su tierra natal para vivir en la gran ciudad de Lima. Sí, fueron mis bisabuelos y bisabuelas quienes, ante la pobreza, miseria, explotación y opresión de los grandes hacendados del interior del Perú,  se vieron obligados a abandonar su pueblo, sus tierras, su cultura y costumbres. Vinieron a Lima sin nada en los bolsillos. Pensé en mis ancestros, en la decisión que tuvieron que tomar para salvar su vida incluso, medité en el abandono de sus antiguas costumbres, de sus antiguas creencias. Cuando llegaron a la ciudad, motivados por el hambre y la necesidad de sobrevivir, se vieron obligados a olvidar todo lo que tenían, todo lo que guardaban como tradición. Poco a poco, olvidaron su idioma natal, sus costumbres, sus tradiciones, el contacto con otras personas, la relación con otros migrantes a la gran Lima hizo que la cultura ancestral se perdiera; y mis abuelos olvidaron también las herencias, y mis padres las ignoraron y yo, Henry Kurt Michael Ayala Alva, ya no pertenecería jamás al lugar que sus ancestros habían abandonado, que no hablaba el quechua de su bisabuela por parte de padre  o el mochic de su abuelo por parte de madre. Esa herencia se había perdido para siempre en el continuo proceso de cambio de la sociedad. De pronto, nunca tuve más conciencia de mi condición humana, de que ya no pertenecía al maravilloso mundo indígena, pero que al mismo tiempo jamás sería totalmente miembro de occidente y su cultura, nunca tuve más certeza de mi condición, la de un mestizo.
II
Hubo un tiempo en que mi gran  pueblo latinoamericano vivía con sus propios problemas y su propia gente. Hubo tiempo en que la forma de ordenarse el mundo era distinta y cada quien vivía según sus creencias. Hubo un tiempo en que la viruela y la pólvora no eran conocidas. Pero este mundo no era pacífico, no, había guerras, enfrentamientos, peleas, disputas. Pueblo contra pueblo, población contra población. Este mundo no era perfecto, era un mundo de disputas, de conflictos, con hermanos que supieron levantarse contra otros hermanos, así vivieron, separados, algunas veces juntos, pero muchas veces peleados. Sin embargo, tenían en común  el cuidado de la tierra, la preocupación por el cuidado del ciclo de la vida. En aquel entonces las montañas eran protectoras, los ríos la fuente de origen de un clan o familia, las lagunas el inicio de un relato heroico. Hubo tiempo en que los pueblos de Latinoamérica vivían con problemas, pero problemas que sabían como resolverlos a su modo, aunque muchas veces fracasaban en sus intentos y otras lograban la unidad tan deseada
III
Entonces llegaron, desde muy lejos, hombres despreciados, desposeídos y ambiciosos de otros lugares muy lejanos. Llegaron con una visión del mundo distinta, con una tradición distinta, llegaron con la mentalidad de sus tierras. Ni buena ni mala, pero sí con una capacidad de destrucción jamás conocida en mi amado continente. Llegaron con la necesidad de acumular algo que ellos llamaban riqueza y que aquí sólo era oro y plata, utensilios sin más valor que el adorno. Pero no encontraron a un pueblo unido, no encontraron a una unidad maravillosa ni una sociedad perfecta. Por el contrario, encontraron en las regiones de mi amado continente a pueblos enfrentados contra otros pueblos, los encontraron peleados, luchando uno contra el otro,  como siempre. No, ellos no vinieron a dividirnos como dice el que juega a la víctima y a los “quinientos años”, nuestros pueblos ya estaban desunidos, ya estaban enfrentados. Es, en este enfrentamiento, lo que hizo que los pueblos se organizaran y formaran bandos. Un grupo de pueblos apoyó al extranjero, vio la oportunidad para vencer y someter al grupo indígena contrario, otro grupo no se alió al extranjero sino que lo combatió. Después, los extranjeros se dividieron entre ellos y unos indígenas apoyaron a un grupo y otros indígenas apoyaron al otro. Se inicio así una historia de enfrentamientos, de negociaciones, de acuerdos y traiciones. En esta pelea que nadie sabe cuando empezó y nadie sabe cuando acabará, surgieron hijos que eran mezcla y producto de alianzas o acuerdos entre extranjeros e indígenas: los mestizos. Dueños de nada y de nadie, desposeídos por naturaleza. Hijos a veces de violaciones o pactos, herederos y bastardos de dos pueblos y herencias. El mestizo, en su condición, nació despreciado por no ser totalmente indígena, y marginado por no ser totalmente extranjero. Él no había pedido nacer, pero vino al mundo como producto de una mezcla, como producto de un complejo proceso donde no le pertenecía nada. De este modo, su lengua indígena no era su propia lengua, su idioma occidental no era del todo occidental, viviría para siempre entre el menosprecio de las dos herencias, en la indiferente voz del indígena que proclamaba “impuros” a los herederos de la sangre occidental, y que al mismo tiempo sentía el desprecia del extranjero cuando lo tildaba de “ignorante”. La voz del mestizo jamás se oyó, y sus sollozos no hubo quien los calme, pues la furia del indígena lo excluía de poseer tierras, de conservar el idioma, de mantenerse en una comunidad. Pero al mismo tiempo el extranjero lo hacía a un lado, pues en su soberbia lo hacía sentía inferior y bárbaro
Un silencio calló la voz del mestizo, esperó el abrazo de alguno de los lados, pero sólo recibió desprecio, marginación, exclusión. Esto porque no era hijo de nadie, ni heredero de nada, ni de tierras, ni de idioma, ni de pueblo, ni de amor. Entonces, se dio cuenta de que tenía que abrirse en solitario, asumir un camino en soledad. Mientras que el indígena perdía terreno, y no veía al mestizo como aliado sino como enemigo, el extranjero terminó por habitar en la tierra que no era suya, terminó por poseerla. Y no sólo ello, logró convertirse en el amo y señor de ella.
El mestizo quiso ayudar, quiso volver a sus herencias, pero el indígena no quiso, no aceptaría a los “impuros”, a los herederos de una sangre manchada. Sin embargo, algunos pocos indígenas vieron el problema, estudiaron la apertura, brindaron posibilidades. Se formaron algunos momentos e instantes de inclusión, pero más fue el odio guardado, el rencor vivido que los intentos de aceptación. De este modo, el mestizo tomó un profundo rencor a su herencia indígena, un profundo menosprecio a algo del que jamás le permitieron participar, y miró con buenos ojos al extranjero, a occidente, quiso ser tan poderoso como él, quiso tener sus cargos, sus lugares importantes, su poder para destruir. El mestizo fue perdiendo su valiosa herencia, la fue olvidando ante el seductor veneno del extranjero, y se fue alejando de lo que poseía, se fue olvidando de su legado. Poco a poco, abandonó sus tradiciones, buscando un lugar donde habitar en paz.
IV
Hoy, la historia de mi amado continente carece de desenlace, los mestizos han crecido y expandido en todo Latinoamérica. Porque es muy difícil  hablar hoy de pureza, las mezclas se han hecho cada vez más complejas y el mestizo, en su ancestral odio, ha despreciado muchas veces lo que alguna vez fue su tradición, pero otras tantas ha querido retomarlas, aunque aún subsisten voces radicales que mantienen su total desprecio a ellos. Pero hay  voces, pocas pero las hay, que no se esconden en los ancestrales odios, que no yacen en las antiguas disputas, que intentan incluir al mestizo, pero todavía prevalece el discurso discriminador, la voz que silenció al “impuro”, al que no pertenece ni aquí ni allá, argumentando su pureza, exaltando su condición, silenciando una voz que le recuerda sus antiguos errores. Porque fueron muchos indígenas que en el pasado apoyaron a los españoles (en el caso de las regiones del cóndor y del águila) con la finalidad de obtener aliados y poder, porque fueron muchos indígenas que unieron esfuerzos para destruir otros pueblos hermanos, porque fueron muchos indígenas que, al ver que el extranjero los había usado, se dieron cuenta muy tarde de lo que habían hecho…haber perdido - en nombre de la ambición,  poder y apoderamiento de  tierras – aquello que poseían sin restricciones: su tierra y su libertad. En medio del conflicto, aparece el mestizo, quien no es dueño de nada, pero tiene todas las herramientas que ha aprendido de occidente para brindarlas a su antigua herencia, aunque ya no pertenezca a ella.
V
URI se levanta como un sueño de hermandad, como una oportunidad de unir a los pueblos en medio de la diversidad. Pero a veces el dolor es más grande, la necedad es más intensa, las distancias geográficas son pequeñas en comparación a los profundos rencores que observan desde el cielo el cóndor y el águila, que siente en la tierra la serpiente, que toca con sus garras el puma. Yo Henry Kurt Michael Ayala Alva, heredero de nada ni de nadie, asumo mi condición de mestizo. Porque no puedo llamarme indígena sino soy heredero de la forma vital  en que se vive la herencia ancestral: el idioma. Me declaro mestizo porque, aunque quisiera, no puedo vivir y conservar las costumbres del campo y de la tierra que siguen cultivando mis hermanos de mi amado continente. Me declaro mestizo porque poseo múltiples herencias que forman parte de todo mi ser y de las cuales no puedo renunciar, me declaro mestizo y rindo homenaje al legado ancestral de este continente y, aunque no sea heredero directo sino producto de mezcla, son consciente y estaré dispuesto a defender con mi vida aquello que no deben perderse: las tradiciones indígenas que aún viven en nuestro continente. Me declaro mestizo porque vivo en un contexto urbano y no quiero jugar a los quinientos años, o decir que soy algo que no soy. Me declaro mestizo por respeto a mis hermanos que viven su indigenismo con verdadera coherencia, cultivando las costumbres en el campo y las profundidades de mi amado continente. Me declaro mestizo porque no quiero decir “soy indígena” para gozar de favores que no me corresponden. Me declaro mestizo porque desde mi condición estoy dispuesto a entregar mi vida porque la voz de los pueblos originarios no se apague jamás. Me declaro mestizo para levantar una voz auténtica, que se define, que precisa, que no quiere callar cuando ve la desunión. Me declaro mestizo  en mi calidad de ser humano que vive en un mundo enfermo y que necesita sanarse. Me declaro mestizo porque soy testigo en mi país de las muchas personas que en nombre de lo indígena han obtenido múltiples favores que no les correspondían, que el dios en el que creo me libre de ello. Me declaro mestizo y respeto las declaraciones de los demás. Me declaro mestizo y como tal reconozco que tengo una deuda pendiente con el pasado, que ante los guardianes de la sabiduría indígena, y en mi condición de joven que tiene muchísimo que aprender, guardo silencio y espero ser útil con lo que he aprendido de occidente. Me declaro mestizo y como tal, sé que en URI tengo una voz y que será escuchada y no silenciada. Me declaro mestizo para no mentirme, para no mentir a los demás, para respetar a quienes han sobrevivido a pesar de las injusticias que han cometido con ellos y por quienes estoy dispuesto a luchar, vivir y morir. Me declaro mestizo para aprender a rescatar lo perdido. Me declaro mestizo porque no me atreveré jamás a usar la palabra “indígena” para caprichos personales,  ambiciones de poder, protagonismo o bienes económicos. Me declaro mestizo porque soy heredero de muchas herencias que aprenderé a conocer en lo que me queda de vida y que compartiré con mi hijo. Me declaro mestizo pues como tal elevo una voz que se preocupa porque mis hermanos indígenas. Me declaro mestizo porque hace falta que se levante una voz de entre los excluidos de ambos lados. Me declaro mestizo porque son muchas las voces mentirosas en mi país que se declaran indígenas para lograr un lugar económico, social y político en occidente y la sociedad.
Con alegría me declaro mestizo y como tal entrego todo mi ser al sueño que URI quiere formar.

Callao, Costa central del Perú. Escrito a las 02:36am.

lunes, 26 de septiembre de 2011

SALA TEOLÓGICA / ECUMENISMO.-



Misión y Ecumenismo.
Lima, Agosto-Setiembre de 2011.

Enfrentar el anti-Reino:
servirse del poder para dejar de servir”.
 
César Augusto Barahona.- Lima Perú.


Parto de la siguiente realidad: hoy comprendemos esta tierra habitada de la ecumene, soñada, donada, y defendida por el Dios de la vida, que antecede a nuestra condición humana de millones de años, y no deja de invitarnos a la celebración de la unidad universal (en cuanto catolicidad que no sólo es romana ni sólo cristiana) y a la reconciliación iniciadas por el Dios de Jesucristo.

Desde estas afirmaciones quisiera partir provisionalmente desde el referente teológico de la misión del Dios uno, cuya trinitariedad misionera aterriza constantemente hasta nuestros días en los diversos acontecimientos de la historia (sociedad de la información, cambios de paradigma, tecnologías y libre-mercado, política, poder e institucionalidad, ¿des-globalización?). Y es desde esta misión de Dios que me permito postular algunos juicios pertinentes alrededor del curso Misión y Ecumenismo compartido con mis compañeros de la UBL-Lima y el Pastor Bullón como responsable.

Coincido con lo mencionado por Brakemeier (“Ecumenismo: definición, significado, y alcance”) de seguir haciendo visible la unidad que ya existe en Cristo, unidad que iniciamos inmerecidamente en clase por medio de un gesto litúrgico tres hermanos de distintas denominaciones cristianas. Es la unidad visible que simbólicamente contemplamos en la obra cotidiana del pueblo (leitos-ergo), en donde acontece la unidad de Dios en la diversidad, y la invitación a cuidar de esa unidad anunciando la presencia del Dios de la vida por el que nos comprometemos.

Pero juzgo que tal unidad en Cristo no se enmarca exclusivamente en una doctrina o en una práctica, ni mucho menos en una denominación eclesial o en una praxis ético-militante; en cada una de estas instancias hay sabor de unidad, es decir, sabor a misión de Dios desde el kerygma, la koinonia, la diakonia y la martiria, pero no sólo en estas instancias cuya radicalidad bíblica debe permanecer vigente y activa. En la ecumene de la condición humana (moderna-postmoderna) y de la condición ambiental (ecológica-ecofánica), hay muchos signos de unidad trinitario-relacional que la fe cristiana debiera recibir como novedad evangélica (es el caso de la experiencia de inculturación del Evangelio), incluso al costo de identificar nuestra Identidad Trinitaria en distintas entidades a las que nos cuesta nombrar como divinas, “sin que esto amenace [en clave de misión] nuestra identidad y libertad en Cristo” (Gina Cabera, “Ecumenismo evangélico: el pasado nos condena”), cuando nos acercamos a las demás tradiciones religiosas.

Tal vez suena excesivamente ideal, pero en la misión de Dios no cabe exclusiones de ningún tipo, y juzgo que el deseo y la realización de la unidad que Dios quiere es un proceso transfigurador, y no una meta que alcanzar. Si perdemos el horizonte de la unidad soñada y realizada en Cristo, unidad sobre la que no poseemos punto final alguno, tal vez podríamos estar cerrando las puertas a la novedad de la misión de Dios que vemos en el otro, en la otra, en lo otro, en los signos de santidad que tienen las diferencias y las resistencias a favor de la Buena Noticia. Hacer visible la unidad en esta tierra común es dejar a Dios hacer el proceso que se tiene propuesto con cada uno de nosotros y nosotras.

En este sentido, nuestra condición humana nos hace caer en la cuenta de que siempre predicaremos un Evangelio parcial, sin perder de vista el horizonte mayor y recapitulador del Evangelio de Jesucristo en el Espíritu. Pero tal parcialidad de nuestro encuentro personal con el Dios de la vida en su Palabra, es propicia para posicionarnos frente a los desafíos de desintegración, atomismo y acefalismo presentes en la inseguridad ciudadana, la corrupción tendenciosa del aparato estatal, y las incidencias eclesiásticas que además amenazan juntas la unidad de la misión de Dios en la pequeña tierra habitada del Perú.

Es decir, nuestra misión (eclesial) recibida de Dios no está en actitud pasiva, sino comprometida con el servicio al Reino, viendo, juzgando y actuando, dentro del quehacer ético, educativo, socio-político, religioso y cultural, poniendo de antemano nuestra negación ecuménica a las costumbres opresoras de esta época, sin dejar de amar a los enemigos y a las personas que llevan dentro: es tomar una posición firme y profética para enfrentar el anti-Reino que no es sino servirse del poder para dejar de servir.

Y aunque se pueda juzgar de escandaloso, es preciso encarnar cada día más la práctica solidaria con las víctimas, dando testimonio dentro de un proceso en el que no nos sea extraño “practicar a Dios” (Gutiérrez) hasta la Cruz donde se da la vida, y hasta la Resurrección y el Reino anticipados por el desenvolvimiento del Espíritu en nuestras iglesias.

Finalmente, estamos invitados por Dios a comprender que podemos seguir practicando una evangelización espectante (Warren, 1948) en el amor y la solidaridad, siendo conscientes del carácter provisional de nuestras iglesias cristianas, sacramentos de amor y solidaridad, y no un fin en sí mismas (Bonhoeffer). Es nuestra misión intergentes sirviéndonos eclesialmente como mediadores, comunicadores y anticipadores del Reino de Dios, Reino que empieza por los más pobres, y pobres que además están en todas las naciones, geografías, y corazones, desde la otra misión ad-gentes, siendo hermanos y hermanas de una misma casa habitada.

Gracias.-

(Colaborador de la Familia Benedictina,
Ñaña-Chucuito-Perú. Cristiano Católico Romano).

lunes, 19 de septiembre de 2011

MANIFIESTO ETSA-URI-PERÚ


MANIFIESTO CIRCULO DE COOPERACION – ETSA

En el círculo de cooperación ETSA (CC-ETSA) creemos y promovemos espacios de apertura, vida y convivencia. Estamos convencidos que es desde el pensamiento donde las fronteras que separan a la humanidad pueden quebrase, generando la sana convivencia los unos con los otros a través del diálogo abierto oponiéndonos así a ideas perjudiciales (sobre todo religiosas) que muchas veces ahogan la sociedad en que vivimos. Necesitamos todos ser escuchados para poder liberar nuestros cuerpos, nuestras mentes y nuestros espíritus.

Es por estos principios surgidos en CC - ETSA que nos oponemos a toda clase de discriminación: de raza, género, o confesión religiosa, así como al olvido e irrespeto a las comunidades indígenas, y nos resistimos a la injustica defendiendo los derechos de la mujer, el niño y el trabajador. Así mismo, nuestro objetivo es reducir la violencia religiosa y familiar, y promover el cuidado de la tierra, la defensa de la vida, cualquiera que esta sea.

Es así que en Iniciativa de Religiones Unidas (URI) encontramos un lugar para el diálogo y respaldo a nuestra causa, para construir una sociedad más justa donde podamos convivir con sentimientos de koinonia, justicia, dignidad y desarrollo sin exclusión de raza, credo o ideología. En CC - ETSA como miembro de URI internacional asumimos el reto de acercarnos a las diversas experiencias religiosas, creyentes o no creyentes, en pos de dialogar y afrontar los problemas que la humanidad aqueja producto de las guerras, discriminación y explotaciones antes mencionadas.

Lima, 01 de setiembre de 2011.


“El pensamiento no tiene límites para crear un mundo de paz y tolerancia”.
“Que la paz prevalezca sobre la Tierra”. “Busca la paz, y corre tras ella”.
Sean todo@s bienvenidos.