viernes, 28 de octubre de 2011

"EL REINO, SE ESPERA O SE CONSTRUYE".

EL REINO, SE ESPERA O SE CONSTRUYE
(parte I)
Por: Marco A. Cueto Renffigio

“También Jesús se dirige a un pueblo que se encuentra en una situación sufriente y muy dolorosa… las dificultades económicas eran enormes, y proliferaban los fenómenos de disgregación social (emigración, bandidismo...); la pobreza era un fenómeno generalizado de masas, hasta el punto de que no pocos tenían que venderse como esclavos... pienso que a la teología, y a nuestra cultura religiosa en general, le sigue costando mucho tomarse en serio y hasta sus últimas consecuencias el carácter histórico de Jesús. Concretamente, olvidamos que el mensaje de Jesús solo se puede entender atendiendo a las circunstancias históricas del pueblo al que se dirige y a la función que ahí desarrolla. Lo que vale para el momento fundante de la fe de Israel, vale también para Jesús: Dios se revela no sólo con ocasión del sufrimiento de su pueblo, sino en relación con ese sufrimiento y con una voluntad determinada de erradicar ese sufrimiento” (Rafael Aguirre. La mesa compartida, pág. 141-142)[1]

Quise iniciar el presente escrito con un texto de Aguirre para formular una interrogante ¿Dios se revela en la historia o en el texto?[2] Evidentemente se revela en la historia, como lo dijo Croato, por tanto la teología de Jesús no debió ser indiferente a la circunstancias sociales de su época sino que producto de una reflexión de la misma Jesús tuvo un pronunciamiento como resultado de la experiencia de haber nacido en un pesebre y ser hijo de un tekton, un simple constructor.

Debemos entender que no existe una teología surrealista ni fuera de la historia, una teología donde la intervención de Dios se presenta en un futuro escatológico sin participación humana. Hacer esto significaría que su intervención se encuentra distanciada de la realidad y el sufrimiento del hombre, algo imposible si creemos que la divinidad se encarnó para salvarnos, pues para qué encarnarse si todo se resolverá al final de los tiempos, por tanto también podemos decir que el Reino de Dios no se espera, se construye desarrollándose en medio de la historia humana.

En palabras de Aguirre: “El sentido profundo de los milagros de Jesús es indicar que la soberanía de Dios, su Reinado, ya está abriéndose camino en el mundo. La misericordia, el restituir la salud a los enfermos, el hacer vivir a los muertos, el devolver la dignidad a los alienados y la libertad a los oprimidos, el dar de comer a los hambrientos... son signos reales del Reinado de Dios en la historia. El Dios de Jesús es un Dios de vida que se manifiesta devolviendo su rostro humano a la sociedad; y la sociedad se transforma y humaniza en la medida en que se acerca al Dios verdadero”. (La mesa compartida, pág. 138)

Cuando nos encontramos con preguntas como ¿Porqué Dios no intervine en medio del abuso e injusticia o dónde estuvo Dios en los asesinatos de los campos de concentración nazi? La respuesta puede parecer ininteligible, pero es en la vida misma de Jesús donde encontramos la respuesta. Para Jesús su intervención en la historia era la manifestación misma del Reino, la instauración de una nueva sociedad donde la igualdad, la justicia y la defensa de los desprotegidos estuvieran garantizadas. Jesús era promotor, educador y formador de este proyecto para reestructurar un sistema desigual y explotador por uno donde todos tengan la oportunidad de vivir dignamente.

“Alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios”. (Lucas 6:20, RV.1960)

La expresión pobres (ptwcoi.) hace referencia a un mendigo, en la sociedad de la época la gente pobre por ser de tal condición no tenían quien los ayude ni abogue por ellos, aún con el sistema de patronazgo donde el cliente (el pobre) buscaba protección de un patrón (adinerado), este se construía a base de abusos y a disposición del patrón, ante una demanda o apropiación de tierras el aristócrata apelaría a sus relaciones sociales para lograr sus objetivos. El anuncio de Jesús en el sermón del llano no es un discurso de simple espiritualidad, Jesús anuncia que de los pobres es el Reino de Dios.

No se preocupen si no tienen socios en el poder y si los líderes religiosos no son sus aliados porque Dios está con ustedes.

Al final fue Jesús quien estuvo con ellos todo el tiempo para instaurar dicho Reino, no solo con pobres económicamente hablando, sino también con las mujeres, niños y otros que sufrían la discriminación de una sociedad elitista y esclavista. Jesús luchando por una sociedad más justa nos dice: Bienaventurados todos aquellos que no tienen quien abogue por ustedes ni tienen quien los proteja, para eso estoy aquí, para eso he venido, ese es el mensaje de Jesús.

“Al contrario, la pobreza —tomada ahora en el sentido amplio, pero bien histórico, de expresión del sufrimiento— es un mal que se opone a la voluntad de Dios, el cual, por el honor de su nombre y por coherencia con su amor, quiere y debe liberar a los pobres y a los que sufren. Quiere esto decir que la bienaventuranza de los pobres, en su sentido original, no es primariamente una enseñanza moral, sino teológica; no pretende hablarnos de las disposiciones subjetivas del hombre, sino de cómo es Dios y cómo actúa cuando interviene en la historia”. (La mesa compartida, pág. 147)

No hay otra forma de cómo entender el anuncio de las bienaventuranzas y la participación de Jesús en la tierra si no es para instaurar el Reino de Dios aquí mismo, en el presente.

El anuncio del Reino desde el Primer Testamento

Si bien es cierto la soberanía eterna de Dios aún no se instaura, la manifestación dinámica, es decir la construcción invariable del Reino de Dios, llega a su máxima expresión con el Dios encarnado, al mismo tiempo debemos entender que el dinámico  anuncio del Reino no empieza con Jesús sino con los profetas. En el Primer Testamento no existe la frase “Reino de Dios” sino que Dios se presenta como Rey de Israel expresando que el Reino no es extraterreno sino terrenal (Num. 23:21, Isai 43:15),  del mundo (Sal 24, 47:8, 103:19), y lo perentorio de su reinado (Sal 29:10). En cuanto a lo escatológico, en los Salmos y los profetas la futura manifestación del Reino de Dios pertenece a los conceptos centrales de la fe y la esperanza veterotestamentaria, el cual varía al comparar a los primeros profetas con las profecías relativas a la soberanía mundial y la aparición del Hijo del hombre en el libro de Daniel cuyo género es apocalíptico.

Aguirre nos dice: “El estudio del Deutero-Isaías y de Daniel —cercanos ya al tiempo de Jesús—, que proporcionan el trasfondo bíblico utilizado por el mismo Jesús en su predicación y que son también los libros en que está más presente la teología del Reino de Dios, nos enseña algo decisivo sobre la función social de esta expresión. La esperanza religiosa se expresa en términos de Reino de Dios en momentos de especial sufrimiento y desgracia colectiva. Es la afirmación de Dios como promesa y utopía comunitaria de liberación y justicia. La esperanza en el Reino de Dios parte de una singular conciencia de opresión y de injusticia, pretende expresamente denunciar poderes históricos concretos y vincula inseparablemente la fe en la fidelidad de Dios con su intervención justiciera y liberadora”. (La mesa compartida, pag.141)

En el Primer Testamento los profetas y los liberadores (Moisés, Amós, Josué, entre otros) fueron llamados por YHWH para abogar por los esclavizados. Frente a un pueblo pecador que clama por ser redimido ahí está Dios no movido por un sentido de justicia, de lo contrario justo sería que los transgresores sufran, más Dios es movido por amor y  misericordia perdonando los pecados de su pueblo. Es el amor sufriente que lleva en su ser lo que impulsa a la divinidad a perdonar y rescatar a su pueblo, y es que no se puede amar sin sufrir, es imposible identificarse con el otro si no se conduele de la condición de éste en momento de angustia y dolor.

En toda la Escritura solo uno es el requisito para el perdón, dejar de explotar a los débiles y velar por los necesitados. En épocas del Primer Testamento cuando los representantes de los dioses eran los que gobernantes y poderosos (reyes, faraones), YHWH decide ser Dios de esclavos, Él mismo decide estar del lado de los oprimidos, pero esto no es todo decide estar con ellos para liberarlos cambiar su condición de vida y darles la oportunidad de ser dueños de su destino, les da tierras, les da ganado, les da oro y plata y la oportunidad de empezar una vida digna y construir una sociedad justa  ( continúa... ).









[1] Aguirre, R. (1994).La mesa compartida, estudio del N.T. desde las ciencias sociales. España: Santander. Editorial Sal Terrae.
[2] Refiriéndome a la Biblia.

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